El nombre de azar proviene de los juegos de dados en cuyas caras aparecía pintada la flor del azahar. Antiguamente existía un juego de dados en el que perdía quien sacase la cara marcada con la figura de una flor. A partir de tal significado, la palabra fue adoptando los de ‘lance desfavorable en el juego de los dados’ (siglo XIII), ‘mala suerte, desgracia, riesgo’ (siglo XVI) y finalmente ‘casualidad, caso fortuito’ (siglo XVII), que es su sentido moderno.

En el siglo XVII, los franceses Pierre Fermat y Blaise Pascal comenzaron a investigar la probabilidad de ganar en los juegos de azar.
Sin embargo el asunto de ganar al apostar en un juego de dados ya lo había tratado Galileo un siglo antes. Según Galileo es mejor apostar a sacar un 10 que un 9 en una tirada de tres dados.

Antes de Galileo, otro matemático llamado Cardano, intentó encontrar una ley matemática que explicara el hecho que al lanzar un dado todas las caras tienen la misma probabilidad de salir.
Fermat y Pascal comenzaron sus investigaciones sobre la probabilidad de ganar en juegos de dado debido a un amigo de Pascal llamado el Caballero de Meré que era aficionado a apostar a los dados. En aquella época, el juego de apuestas estaba prohibido y el ser sorprendido jugando significaba la cárcel. Meré se había visto obligado a cortar muchas de sus partidas para no ser descubierto. A la hora de repartirse con el rival el dinero de la apuesta en función de como había quedado la partida siempre surgían problemas y discusiones. Por ello Meré preguntó a su amigo Pascal cuál debería ser la mejor manera de repartir las apuestas cuando se interrumpía la partida.
Años más tarde Henri Laplace, matemático y astrónomo francés, construyó la formulación definitiva de la teoría de la probabilidad.
Fuente: Una historia de las matemáticas: retos y conquistas a través de sus personajes. Miguel A.Pérez (2009)